MI PEQUEÑO HOMENAJE A RAFAEL ALBERTI

 

 
  • Salinero
  • Balada del que nunca fué a Granada
  • Hace falta estar ciego
  • Si mi voz muriera en tierra
  • A galopar
  • Pregón
  • Marinero en tierra
  • Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una verdadera vaca
  • Final

  • SALINERO 
                                              .
      ....Y ya estarán los esteros
     rezumando azul de mar.
    ¡Dejadme ser, salineros, granito del salinar!
                                              .
    ¡Qué bien, a la madrugada,
    correr en las vagonetas
     llenas de nieve salada,
    hacia las blancas casetas!
                                              .
    ¡Dejo de ser marinero,
    madre, por ser salinero!

                                              .

    BALADA DEL QUE NUNCA FUE A GRANADA 
                                              .
     ¡Qué lejos por mares, campos y montañas!
    Ya otros soles miran mi cabeza cana. Nunca fui a Granada.
    Mi cabeza cana, los años perdidos.
    Quiero hallar los viejos, borrados caminos.
     Nunca vi Granada.
                                              .
    Dadle un ramo verde de luz a mi mano.
    Una rienda corta y un galope largo.
    Nunca entré en Granada.
    ¿Qué gente enemiga puebla sus adarves?
    ¿Quién los claros ecos libres de sus aires?
    Nunca fui a Granada.
                                              .
    ¿Quién hoy sus jardines aprisiona y pone
     cadenas al habla de sus surtidores?
    Nunca vi Granada.
                                              .
    Venid los que nunca fuisteis a Granada.
    Hay sangre caída, sangre que me llama.
    Nunca entré en Granada.
                                              .
    Hay sangre caída del mejor hermano.
    Sangre por los mirtos y aguas de los patios.
    Nunca fui a Granada.
                                              .
    Del mejor amigo, por los arrayanes.
    Sangre por el Darro, por el Genil sangre.
     Nunca vi Granada.
                                              .
     Si altas son las torres, el valor es alto.
    Venid por montañas, por mares y campos.
    Entraré en Granada.


    HACE FALTA ESTAR CIEGO 
                                              .
    Hace falta estar ciego,
     tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
     cal viva,
    arena hirviendo,
    para no ver la luz que salta en nuestros actos,
    que ilumina por dentro nuestra lengua,
     nuestra diaria palabra.
                                              .
    Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,
    sin participación de los himnos futuros,
    sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra.
                                              .
     Hace falta querer ya en vida ser pasado,
     obstáculo sangriento,
    cosa muerta,
    seco olvido.


    SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA 
                                              ..
    Si mi voz muriera en tierra,
    llevadla al nivel del mar
    y dejadla en la ribera.
    Llevadla al nivel del mar
    y nombradla capitana
    de un blanco bajel de guerra.
    Oh mi voz condecorada
    con la insignia marinera:
     sobre el corazon un ancla
     y sobre el ancla una estrella
     y sobre la estrella el viento
    y sobre el viento una vela!



    A GALOPAR 

    Las tierras, las tierras, las tierras de España,
    las grandes, las solas, desiertas llanuras.
    Galopa, caballo cuatralbo,
    jinete del pueblo,
    al sol y a la luna.

    !A galopar,
    a galopar,
    hasta enterrarlos en el mar!
    A corazón suenan, resuenan, resuenan,
    las tierras de España, en las herraduras.

    Galopa, jinete del pueblo
    caballo de espuma
    !A galopar,
    a galopar,
    hasta enterrarlos en el mar!

    Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
    que es nadie la muerte si va en tu notura.
    Galopa, caballo cuatralbo,
    jinete del pueblo
    que la tierra es tuya.

    !A galopar,
    a galopar,
    hasta enterrarlos en el mar!



    PREGÓN 

    La primavera ha venido,
    colgando las golondrinas
    un libro de cada nido.

    La paloma equivocada
    hoy ya no se equivocó,
    leyendo a la madrugada.

    Y el saltarín gorrión,
    saltando a saltitos, quiso
    seguir también la lección.

    Pero el asno preocupado
    quiso leer el Quijote,
    comiéndolo de un bocado.

    El sabiondo elefante,
    a trompazos con su trompa,
    recito a Homero y al Dante.

    El lobo feroz se cita
    con un librero y le compra
    un cuento a Caperucita.

    Y aquí se está lo más bonito:
    una pulga un diccionario
    le regala a Pulgarcito.

    La rosa también leyó,
    pero el llegando la noche,
    ya cansada, se durmió.

    Todos los peces quisieron
    también leer, y al compás
    de las espumas leyeron.

    Y el sol y la noche oscura
    pasaron toda la noche,
    hasta el alba de lectura.

    Y hasta la Pájara Pinta
    leyó y quiso hacer un libro,
    pero se manchó de tinta.

    ...

    ¡Vivir leyendo, leyendo!
    mientras la paz en el mundo
    no se nos vaya muriendo.

    ¡Paz, paz, paz para leer!
    Un libro abierto en el alba
    y otro en el amanecer.



    MARINERO EN TIERRA 

    EL MAR. LA MAR.
    El mar. ¡Sólo la mar!
    ¿por qué me trajiste, padre,
    a la ciudad?
    ¿Por qué me desenterraste
    del mar?

    En sueños, la marejada
    me tira del corazón.
    Se lo quisieron llevar.
    Padre, ¿por qué me trajiste
    acá?

    SI YO NACÍ CAMPESINO
    si yo nací marinero,
    ¿por qué me teneis aquí,
    si este aquí yo no lo quiero?
    El mejor día, ciudad,
    a quién jamas he querido,
    el mejor día - ¡silencio! -
    habré desaparecido.

    SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA
    llevadla al nivel del mar
    y dejadla en la ribera.
    Llevadla al nivel del mar
    y nombradla capitana
    de un blanco bajel de guerra.
    ¡Oh mi voz condecorada
    con la insignia marinera:
    sobre el corazón un ancla
    y sobre el ancla una estrella
    y sobre la estrella el viento
    y sobre el viento la vela!



    Buster Keaton busca por el bosque a su novia,
    que es una verdadera vaca 

    1, 2, 3 y 4
    En estas cuatro huellas no caben mis zapatos.
    Si en estas cuatro huellas no caben mis zapatos,
    ¿de quién son estas cuatro huellas?
    ¿De un tiburón,
    de un elefante recién nacido o de un pato?
    ¿De una pulga o de una codorniz?
    (Pi, pi, pi.)
    ¡Georginaaaaaaaaaa!
    ¿Donde estás?
    ¡Que no te oigo Georgina!
    ¿Que pensarán de mi los bigotes de tu papa?
    (Papaaaaaaaa.)
    ¡Georginaaaaaaaaaaa!
    ¿Estás o no estás?
    Abeto, ¿donde está?
    Alisio, ¿donde está?
    Pinsapo, ¿donde está?
    ¿Georgina paso por aquí?
    (Pi, pi, pi, pi)
    Ha pasado a la una comiendo yervas.
    Cucu,
    el cuervo la iba engañando con una flor de resada.
    Cuacua,
    la lechuza, con una rata muerta.
    ¡Señores, perdonadme, pero me urge llorar!
    (Gua, gua, gua)
    ¡Georgina!
    Ahora que te faltaba un solo cuerno
    para doctorarte en la verdaderamente útil carrera de ciclista
    y adquirir una gorra de cartero.
    (Cri, cri, cri, cri)
    Hasta los grillos se apiadan de mí
    y me acompaña en mi dolor la garrapata.
    Compadecete del smoking que te busca y te llora entre aguaceros
    y del sombrero hongo que tiernamente
    te presiente de mata en mata.
    ¡Georginaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
    (Maaaaaa).
    ¿Eres una dulce niña o una verdadera vaca?
    Mi corazón siempre me dijo que eras una verdadera vaca.
    Tu papa, que eras una dulce niña.
    Mi corazón, que eras una verdadera vaca.
    Una dulce niña.
    Una verdadera vaca.
    Una niña
    Una vaca.
    ¿Una niña o una vaca?
    O ¿una niña y una vaca?
    Yo nunca supe nada.
    Adios, Georgina.
    (¡Pum!)


    Yo soy Rafael Alberti, el que trabajó un tiempo en gongorinos mármoles la forma de su voz. El que haciéndose huésped becqueriano de las nieblas se agarró en lucha desesperada con los ángeles, cayendo al fin herido, alicortado, a la tierra. El que aún tuvo fuerzas para lanzarse, flamígero, de súbito, precipitándose en las calles enfebrecidas de estudiantes, en las barricadas de los paseos, frente a los caballos de la guardia civil y los disparos de su fusiles. El que descubre entonces dos palabras: Libertad y República, a las que empuja con España toda hasta inscribirlas en los muros del palacio del rey.
    Yo soy Rafael Alberti, pero ahora en Berlín, oyendo el patear de las escuadras nazis por las plazas y calles aterradas; viendo el relampagueo, en la noche de luto y de ceniza, del Reichstag llameante; entonando la última internacional con los obreros del barrio de Weding ensangrentado, pero oyendo también bajo la nieve moscovita los cantos de la guardia del Ejército Rojo hacia el solemne mausoleo de Lenin.
    Yo soy Rafael Alberti, ya aclarado, exaltado, purificado, viajero por las islas y tierra firme del Caribe, atada las gargantas, hasta casi cortarle el respiro, por las bandas y estrellas de la bandera del imperialismo. El que vuelve a su patria como poeta en la calle, a nivelar su voz con la del pueblo, a ser suyo en la lucha, a contarlo, ayudarlo, sostenerlo.
    Yo soy Rafael Alberti, salido al mundo, desterrado, con parte de su heroico pueblo. Dolor, dolor sinfín de los campos franceses y africanos de concentración. Dolor de distanciarse de su cautivo corazón traspasado. Dolor de tantas cosas. Dolor, dolor, dolor.
    ¿Quién es ese que ahora, después de atravesar el océano peligroso, infestado de submarinos de la cruz gamada, arriba una mañana a las costas de América?¿Quién el que pone el pie en el Río de la Plata, el alma dolorida pero aún alta la frente y en la mano el ya recién nacido clavel de la esperanza? Arde, retumba el mundo por sus cuatro costados. La muerte silbadora baja desde las nubes. Reina la ley del sobresalto, del ansia, de la angustia. Hasta que, al fin, de los escombros, de la sangre aplastada de las ruinas, del centro más oscuro de la noche, esplende el alba de la paz, el jubiloso sol de la victoria.
    ¿Paz, Paz, Paz! Yo soy Rafael Alberti, el español errante, desterrado, que como tantos miles empieza ya a perder la cuenta de los años. El que ahora pide Paz, grita ¡Paz ! ¡Paz luminosa para todos los hombres de la tierra! El que anima a su pueblo y otros pueblos a ganarse la paz en el combate ciego por lograrla. Paz en los mares. Paz bajo los mares. Paz en los hondos cielos cruzados de astronautas. Paz armoniosa. Paz maravillosa. Espigas de las puntas de los dedos. Palomas y palomas de todos los olivos del orbe.
    Yo soy Rafael Alberti, un poeta español, una voz fervorosa en esas muchedumbres...